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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

10 de mayo de 2008

Evolucionismo (6)

Tomado del blog español: Evolucionismo, la miseria del Darwinismo

Los embriones de Haeckel

En 1997 se publicó en Anatomy and Embriology un artículo técnico titulado No existe un estadio embrionario muy conservado en los vertebrados. Implicaciones para las teorías actuales de la evolución y el desarrollo. Este artículo y la posterior noticia en Science, descubrían que los embriones de Haeckel que aparecían en todos los textos de Biología eran una burda falsificación que había persistido durante más de un siglo.


¿Cómo era posible? ¿Nadie sabía esto? Se han escrito muchos miles, es posible que millones de páginas, en cien años sobre el tema -Gould al menos setecientas- ya que el fraude se realizó para el buen fin de demostrar que la ontogenia recapitula la filogenia, es decir: El desarrollo embrionario nos demostraba las diversas fases evolutivas- pez, reptil, etc.- y estas, quedaban reflejadas en la anatomía del embrión.
En realidad la falsificación se descubrió en el siglo XIX, en cuanto Haeckel dibujó los embriones, pues como digo, la falsificación era muy burda. Pero los denunciantes no eran darwinistas y nadie les hizo caso porque Haeckel fue el mayor divulgador y defensor del darwinismo y con un enorme prestigio. Ha tenido que pasar un siglo- Cien años de falsedad- para descubrir el pastel.
Las malas noticias para el darwinismo siempre se retrasan. Más de un siglo tuvo que discurrir también para que alguien se apercibiera de que la afirmación central de la teoría era una estúpida tautología (1) sin ningún valor explicativo. Sobreviven los que sobreviven, que son más aptos por definición.
Cien años de estupidez y lo que queda.
La única explicación para esta constancia en el desvarío, es que la deslumbradora brillantez de la teoría les ciega. Amaurosis(2) evolutiva persistente epidémica se llama el síndrome.

(1)f. ret. Repetición de un mismo pensamiento expresado de distintas maneras,pero que son equivalentes:"yo soy yo,y nadie más" es una tautología. (ndE)
"2"Amaurosis= ceguera (NdE)

10 de Mayo, Festividad de San Antonino, Obispo y Confesor




Dicen que de todos los arzobispos que ha tenido la noble ciudad de Florencia (Italia) el que mejor se ha sabido ganar el cariño de sus gentes ha sido San Antonino.
Su nombre era Antonio, pero desde muy joven fue llamado "Antonino" por sus compañeros, a causa de su pequeña estatura y de su bondad y amabilidad.
Le gustaba mucho asistir a los sermones de un Dominico, un gran predicador, y a los 15 años pidió ser admitido en la comunidad de los Padres Dominicos.
El Padre superior, creyéndolo muy débil para soportar la disciplina de esa Congregación, le puso como condición que le recitara de memoria un libro de decretos de la Iglesia en latín. A las pocas semanas llegó el joven y le recitó todo el libro, de memoria, desde la primera página hasta la última. Entonces fue admitido de religioso.
En el noviciado tuvo como compañero a Fray Angélico, que después llegó a ser un pintor de fama mundial. Muy joven fue nombrado superior de varias casas de los Padres Dominicos en Italia y llegó a ser Superior Provincial.
Fue el fundador del famoso Convento de San Marcos en Florencia, y encargó a Fray Angélico para que pintara sus célebres cuadros en las paredes del convento. Predicaba muy frecuentemente y escribía libros. Era un incasable trabajador.
El Papa Eugenio IV lo nombró Arzobispo de Florencia. El santo se opuso a este nombramiento aduciendo que su salud era muy débil y que no se sentía con cualidades para tan alto cargo. Pero el Pontífice insistió y tuvo que aceptar, con gran alegría de las gentes de Florencia que sentían por él una enorme admiración.
Una vez vendió la única mula que tenía para viajar, y el dinero que le dieron por esa venta lo repartió entre gentes muy pobres. El comprador de la mula se la volvió a regalar, y después de varias veces se repitió esta curiosa venta y el subsiguiente regalo. Cada día recibía a todas las personas que querían hablarle, pero prefería a los más pobres, y a disposición de ellos tenía siempre todos los dineros y regalos que recibía. Varias veces vendió el mobiliario de su Casa Episcopal, para poder ayudar a los pobres. Y muy frecuentemente regaló a los necesitados las ropas que tenía para cambiarse. Fundó una asociación para ayudar a los "pobres vergonzantes", o sea a aquellos que habiendo tenido antes una buena situación económica, habían llegado a una gran pobreza.
Aunque su carácter era muy amable, sin embargo sabía exigir lo que su conciencia le inspiraba que debía exigir. Así por ej., combatió fuertemente los juegos de azar en Florencia, y la costumbre de prestar dinero con intereses demasiado altos (usura se llama este pecado) y la magia, la superstición y la brujería.
San Antonino recibió del Espíritu Santo el don de saber aconsejar muy bien a la gente. Por eso eran muchísimos los que iban a consultarle, desde los gobernantes civiles, hasta los sacerdotes, los religiosos y los más pobres de la ciudad. La gente lo llamaba "El Padre de los buenos consejos". Poseía en grado muy alto la virtud de la prudencia. El Sumo Pontífice lo estimaba tanto que cuando San Antonino daba una opinión acerca de un asunto, el Papa no permitía que se le contradijera, ni que se le llevara la contraria. Y cuando se sintió morir, el Papa Eugenio IV llamó a Roma junto a su lecho de enfermo a nuestro santo, el cual lo asistió hasta sus últimos momentos.
Cuando llegó a Florencia la enfermedad del tifo negro, el arzobispo Antonino vendió todo lo que tenía para conseguir ayudas para los enfermos, y se dedicó de día y de noche a asistir a los apestados. Obró muchos milagros de curaciones y adquirió una gran fama de santo y obrador de milagros. Después cuando hubo una serie de terremotos, se dedicó con todas sus fuerzas y con todo su personal a llevar ayudas a los damnificados. El jefe civil y militar de Florencia, Cosme de Médicis, exclamaba: "Si nuestra ciudad no fue destruida, se debe en gran parte a los méritos y oraciones de nuestro Santo Arzobispo".
Murió San Antonino el 2 de mayo de 1459, y fue declarado santo por el Papa Adriano VI en 1523. Que Dios nos conceda muchos obispos tan caritativos como este santo.

9 de mayo de 2008

Primeras reflexiones de un cura al rezar la misa tradicional

Good Things from Facing the Lord


After celebrating Mass facing the Lord I can report these favorable effects from the priest's point of view:

  1. I don't have to worry about where to look
  2. I don't have to worry about what my face looks like
  3. I can weep at the beauty and wonder of it all without concern
  4. I can worship more freely and fully
  5. I feel more at one with the people of God
  6. I am on a journey to God with the people
  7. I am not the focus of attention
  8. The elevation of the host and the Ecce Agnus Dei have become more of a focus
  9. I feel more part of the great tradition
  10. I can't see who's not paying attention and feel I have to do something to get their attention back.
Okay, subjective feelings on my part, but I thought some readers might be interested.

9 de Mayo, Festividad de San Gregorio Nacianceno



“Luz es el Padre, luz es el Hijo y luz tam­bién es el Espíritu Santo;más aún son una sola Luz Indivisible no confusa; porque Ella es un solo Dios…”

Hoy recordamos a un teólogo profundo, fue un gran orador, llegando algunos a considerarlo como el primero de su tiempo, al “Teólogo” en la Iglesia Oriental: San Gregorio Nacianceno, proclamado Doctor de la Iglesia por el Papa Sixto V en l587. Con Basilio y el hermano menor de Basilio, que se llamaba Gregorio de Nisa, recibieron el título de los “Tres capadocios”.
San Gregorio Nacianceno nace el año 329, en Capadocia (Asia Menor). Su padre fue elegido obispo de la ciudad de Nacianzo y tuvo cuidado de que su hijo fuese educado en las mejores escuelas y academias de la antigüedad.
Casi diez años pasó Gregorio en Atenas como estudiante y allí cultivó una fiel amistad con Basilio y desarrolló, a la vez, su capacidad para la poesía, literatura y retórica. No cedió a la tentación de vivir entre la vanidad de oradores y filósofos, sino que promovió una profunda vida religiosa, junto con su amigo Basilio.
Al regresar a Nacianzo recibió el Bautismo de manos de su propio padre y, algo más tarde, el Orden sacerdotal para poder ayudarle en la pastoral de la diócesis. Como estaba vacante una diócesis en Asia Menor, su amigo Basilio, ya obispo lo promovió a la dignidad episcopal de esta sede. Gregorio no cumplió con este compromiso y huyó a la soledad de la vida de ermitaño.
Por su gran erudición teológica y sus claros conocimientos en la discutida cristología de los primeros siglos, fue escogido por el Concilio de Constantinopla del año 381 como obispo de esa metrópoli. Su carácter, demasiado sensible, no soportó las dificultades de la administración de una diócesis. Por segunda vez, renunció a su cargo episcopal y se retiró a Arianz, donde se dedicó a la meditación de los misterios de Dios.
San Gregorio Nacianceno nos dejó 44 sermones y 244 cartas, que tratan, en especial, sobre la verdadera divinidad del Espíritu Santo y la dignidad de la Virgen como Madre de Dios. Su inspiración poética nos regaló unos cuatrocientos poemas. Sus sermones y escritos constituyen un tesoro de testimonio ortodoxo, en un tiempo de mucha confusión y lucha.
Luego de su muerte en el año 389, el cuerpo de San Gregorio fue sepultado

8 de mayo de 2008

Evolucionismo (5)

Decía en Evolucionismo (1) que la teoría evolucionista es la base estructural de la Biología que se enseña en las Universidades occidentales, aún en las denominadas católicas, vgr la de Navarra en España y la Austral en nuestros pagos, ambas del Opus Dei.
Ahora bien, hay que remarcar que la teoría del Diseño inteligente les está poniendo palos en las ruedas a los neodarwinistas, si bien como repito es teoría.
Para darse una idea de la profundidad de la fe religiosa de los evolucionistas, y de su intolerancia dogmática, siquiera a la confrontación académica, sugiero visitar el siguiente enlace donde se anuncia la suspensión de dos jornadas donde se explicitaría, en España, esta nueva teoría.

Enlace

Admirable poder de síntesis

Acabarán penalizando a los heterosexuales

Por Vittorio Messori

A partir de la primera mitad del siglo XIX, con la ocupación francesa de Argelia y a medida que continuó la expansión colonial en el norte de África, los homosexuales europeos descubrieron una especie de soñada tierra prometida y corrieron en masa hacia allí. No porque entre los árabes el porcentaje de «diferentes» fuera más elevado que en otro lugar, sino porque la impenetrable barrera que en aquellos países separa hombres y mujeres, empuja a los jóvenes que esperan al matrimonio a buscarse..., ¿cómo decirlo?, una especie de «sustituto».

A esta función se prestaron con entusiasmo los homosexuales, primero europeos y después también americanos, que nos dejaron también descripciones de sus aventuras y entraron en la historia de la literatura: André Gide, Oscar Wilde, por decir solo dos nombres. Además, precisamente por este motivo muchos se enrolaron como voluntarios entre las tropas coloniales, pidiendo ser enviados a aquellas tierras, tan agradables para ellos.

Aunque empezaron siendo un número limitado, con el fenómeno del turismo de masas los occidentales se han convertido en legión. Hay quien dice que la mayoría de los jóvenes norteafricanos ha tenido al menos alguna experiencia de este tipo con europeos o americanos. De ahí el desprecio generalizado, dado que para aquellas culturas, el afeminado, el pasivo, el hombre que se reduce al papel de mujer es lo más despreciable. La pena es que precisamente a este tipo humano se reduce, para muchos, la noción de «blanco». Es decir, que en aquel mundo, Occidente se identifica con el gay que se propone y paga por por apartarse tras un matorral o en cualquier habitación de alquiler. Y la imagen que se llevan aquellos árabes no es precisamente entusiasta.

Más datos significativos: la célebre banca de negocios J.P. Morgan, una de las más poderosas del mundo, considerada el bastión de la comunidad hebrea americana, ha comenzado hace poco una campaña de contratación de directivos. Los requisitos son tener una buena titulación en una buena universidad y la declaración —sea hombre o mujer — de ser homosexual. La campaña fue presentada el pasado otoño en Londres en una rueda de prensa, en la que los dirigentes explicaron que, de esta manera, la J.P. Morgan demostraba ser «una empresa iluminada». En efecto, poco después, la otra gran banca anglosajona, la Goldman Sachs, ha anunciado una iniciativa similar. El periódico «L Unitá» comentaba: «Ser gay o lesbiana se está transformando de ser un problema a ser una oportunidad, hasta el punto de preguntarse si no estaremos yendo hacia un privilegio que penalice a los heterosexuales».

Por lo demás, en EE UU los departamentos federales para la investigación médica están ya establecidos según un criterio que respeta lo «políticamente correcto» y el privilegio homosexual es evidente en el hecho de que la suma mayor es para el sida, problema que concierne de modo particular a la comunidad gay. Como entidad de fondos puestos a disposición del Gobierno, le sigue el cáncer de útero: aquí se ha hecho sentir la presión del «lobby» feminista. Mucho menores son las cantidades dedicadas al cáncer de próstata, que estadísticamente es más difuso y que tiene unos métodos de cura que exigirían muchas investigaciones posteriores. Pero como ya sabemos, los hombres heterosexuales no son «politically correct» y, por tanto, sus problemas interesan bastante menos a los políticos americanos.

Primera Misa Pontifical

El 4 de mayo, Domingo después de la Ascención, en la Iglesia de los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios, en Cracovia, Polonia, fue celebrada la primera Misa Pontifical desde las reformas de 1969-70, por el Obispo Albin Malysiak, quien fuera Obispo sufragante del entonces Cardenal Wojtyla.
Durante la ceremonia recibieron el Sacramento de la Confirmación numerosos jóvenes.
¡ Bien por Polonia!
Y, en Argentina, ¿para cuándo?.


Noticia tomada de Rorate Caeli

8 de mayo, Festividad de Ntra. Sra. de Luján



Desde el Brasil partió la imagencita de la Virgen de Luján, hoy venerada en la Basílica. Los acontecimientos se remontan al siglo XVII, cuando Antonio Farías Saa, un hacendado portugués afincado en Sumampa, le escribió a un amigo suyo de Brasil para que le enviara una imagen de la la Virgen en cuyo honor quería levantar una ermita.

En el año 1630 –probablemente en un día del mes de mayo– una caravana de carretas, salida de Buenos Aires rumbo al norte llevando dos imágenes, las que hoy conocemos como 'de Luján' y 'de Sumampa'. La primera representa a la Inmaculada y la segunda a la Madre de Dios con el niño en los brazos. Inmediatamente ambas imágenes emprendieron un largo viaje en carreta con la intención de llegar hasta Sumampa...

Aquí me quedo, decidió la Virgen

En aquel tiempo, las caravanas acamparon al atardecer. En formación cual pequeño fuerte, se preparaban para defenderse de las incursiones nocturnas de las bestias o los malones de los indios. Luego de una noche sin incidentes, partieron a la mañana temprano para cruzar el río Luján, pero la carreta que llevaba las imágenes no pudo ser movida del lugar, a pesar de haberle puesto otras fuertes yuntas de bueyes. Pensando que el exceso de peso era la causa del contratiempo, descargaron la carreta pero ni aún así la misma se movía. Preguntaron entonces al carretero sobre el contenido del cargamento. "Al fondo hay dos pequeñas imágenes de la Virgen", respondió.

Una intuición sobrenatural llevó entonces a los viajantes a descargar uno de los cajoncitos, pero la carreta quedó en su lugar. Subieron ese cajoncito y bajaron el otro, y los bueyes arrastraron sin dificultad la carreta. Cargaron nuevamente el segundo y nuevamente no había quien la moviera. Repetida la prueba, desapareció la dificultad. Abrieron entonces el cajón y encontraron la imagen de la Virgen Inmaculada que hoy se venera en Luján. Y en el territorio pampeano resonó una palabra que en siglos posteriores continuaría brotando de incontables corazones: ¡Milagro! ¡Milagro!

La "Patroncita Morena"

De común acuerdo, se decidió llevar el pequeño cajón a la vivienda más cercana, la de la familia de Don Rosendo de Oramas, donde la imagen fue colocada en lugar de honra.Enterados del prodigio, muchos vecinos acudieron a venerar la imagen y, al crecer la concurrencia, Don Rosendo le hizo construir una ermita donde la Reina de los Cielos permaneció hasta 1674.

Se la llamó 'La Virgen Estanciera' y la 'Patroncita Morena'. El negro Manuel, un pequeño esclavo negro que trabajaba en esa estancia fue testigo de toda esa maravilla. Viendo sus patrones el intenso amor que demostraba a la Virgen, lo destinaron al exclusivo cuidado de la imagen, lo que hizo hasta su muerte. Se encargaba del orden en la ermita y de los vestidos de la Virgen, dirigiendo los rezos de los peregrinos. Al fallecer Don Rosendo, su estancia quedó abandonada, pero Manuel continuó, con santa constancia, el servicio que se había impuesto.

Muy preocupada con la soledad de la Virgen en esos parajes, la señora Ana de Matos, viuda del capitán español Marcos de Sequeira, propietaria de una estancia ubicada sobre la margen derecha del río Luján y muy bien defendida, no viendo ningún interés de las autoridades civiles y eclesiásticas, le solicitó al administrador de Don Rosendo la cesión de la imagen de la Virgen de Luján. Ella le aseguró el cuidado y la construcción de una capilla digna y cómoda, facilitando la estadía de los peregrinos. Juan de Oramas, el apoderado, aceptó la oferta y doña Ana de Matos le pagó por la cesión de la imagen.

Feliz de haber logrado su propósito, la instaló en su oratorio, pero a la mañana siguiente, cuando se dirigió ahí para rezar, descubrió con asombro y angustia que la Virgen no estaba en su altar.

Ello volvió a ocurrir varias veces hasta que, el obispo de Buenos Aires, fray Cristóbal de Mancha y Velazco, y el gobernador del Río de la Plata, don José Martínez de Salazxar, organizaron el traslado en forma oficial y con todos los honores que merecía Nuestra Señora, acompañada por doña Ana y el negro Manuel, quien esta vez acompañó a su querida Señora.

De este modo la Virgen permaneció en su nueva residencia. Con motivo de esta intervención de la autoridad eclesiástica y confirmado todo lo acontecido por el prudente prelado, se autorizó oficialmente el culto público de la 'Pura y Limpia Concepción del Río Luján'.

Un milagro da origen a la parroquia

Los peregrinos aumentaron notablemente.

En 1677 la señora de Matos donó el terreno donde hoy se levanta la Basílica. En 1684 llegó a Luján el sacerdote Pedro de Montalvo. Sumamente enfermo, pidió a la Virgen su curación, por lo que una vez obtenida quedó como primer capellán, dedicándose por completo a su culto.

El P. Montalvo pertenecía a una noble familia y gozaba de vastas e influyentes relaciones. Con mucho entusiasmo se dedicó a la terminación de la capilla con la ayuda de sus relaciones y de las autoridades coloniales, quienes venciendo obstáculos de toda índole, tuvieron la inigualable satisfacción de inaugurar en 1685 el nuevo Santuario, al que se trasladó la imagen en solemne Procesión, el 8 de Diciembre. Así tuvo su primer palacio la Reina del Plata y su primer custodio oficial, Don Pedro de Montalvo.

En 1872, cuando la villa estaba floreciente, llegó a ella como párroco el P. Jorge María Salvaire francés de origen, lazarista o vicentino.

Dos años después, sus superiores le ordenaron ir a misionar entre los indios infieles quienes, acusándolo de haber llevado una peste de viruela, lo apresaron y lo condenaron a morir lanceado.

El se confió a la Virgen y le prometió dedicar su vida a publicar sus milagros y engrandecer su santuario si se salvaba. Al instante apareció un joven indio, hijo del cacique, y echó su poncho sobre el Padre, en señal de protección. Ese indio lo reconoció a Salvaire (le había salvado la vida en días pasados) y le concedió la libertad.

Fiel a sus promesas, el P. Salvaire redactó su monumental "Historia de Nuestra Señora de Luján", publicada en 1884.

En 1886 viajó a Europa y allí hizo confeccionar una corona para la Virgen. La hizo bendecir por el Papa León XIII quien concedió la autorización para la celebración de su fiesta propia. El 8 de Mayo de 1887 se realizó la Coronación Pontificia de manos de Mons. de Aneiros.

7 de mayo de 2008

Evolucionismo (4)

"Juicio a Darwin" de Phillip E.Johnson

Por Alfonso Carlos Amaritriain.


¿Dicen los fósiles lo que nos dicen que dicen? ¿Los contradice la biología molecular? El problema central es el origen del ser humano.

Desde un punto de vista científico

Que la teoría darwinista tiene detractores, ya se sabe. Que los argumentos de los detractores sean conocidos, eso ya es otra historia. Quizá sólo en el ambiente cultural norteamericano se ha extendido la polémica y los argumentos consiguen llegar al gran público. De hecho, este libro ha sido uno de los bestsellers más exitosos de Estados Unidos en los últimos años.

Desde inicios de los ochenta del siglo XX, en Norteamérica, diferentes legislaciones estatales han obligado a que en la enseñanza pública el darwinismo no sea enseñado como una verdad científica. Antes bien, se obliga a tratar por igual la teoría de la evolución y la denominada «Ciencia creacionista».

En este libro, Phillip E. Johnson recoge todas las objeciones que se le pueden realizar a la teoría de la evolución darwinista desde una perspectiva científica y, por lo tanto, rigurosa. El autor se ve obligado a revisar el evolucionismo en todas sus propuestas teóricas desde el origen de la vida. Pero, para qué negarlo, lo que importa es la explicación de la aparición del hombre. De ahí que el evolucionismo darwinista, esencialmente, se transformara en una ideología, más que en una teoría científica.

De hecho, como señala el autor, la herencia ideológica del evolucionismo se deja aún sentir en las modernas disciplinas. Así, «la antropología física, que estudia los orígenes del hombre, es una especialidad que a lo largo de toda su historia ha estado más fuertemente influenciada por elementos subjetivos que prácticamente cualquier otra rama de la ciencia respetable».

Los presupuestos ideológicos han llevado a que la antropología y la paleontología se esfuercen en buscar aquello que «necesitan» para corroborar sus presupuestos. Esta actitud atenta contra el más elemental de los principios científicos. De ahí que, frecuentemente, «veamos lo que esperamos ver, a menos que seamos extremadamente cuidadosos en mantener a raya nuestros prejuicios».

Pocos científicos materialistas son capaces de ser sinceros y verdaderos científicos. Por ejemplo, Zuckerman, uno de los más prestigiosos expertos en primates de Gran Bretaña, «considera evidente que el hombre ha evolucionado desde los monos, pero también que buena parte de las pruebas fósiles son disparates».

Algunos ejemplos

De hecho, el autor del libro se atreve a afirmar que «los fósiles, cuando son analizados objetivamente, más que respaldar la teoría darwinista, nos disuaden de ella». Por eso, Zuckerman no ha dudado en desmentir lo que tantas veces se nos presenta como verdad evolucionista. Por ejemplo, sus mediciones biométricas del Australopithecus le lleva a concluir que no está nada claro que andase de forma parecida y erecta como el hombre actual. No obstante, en los reportajes televisivos nos dan a entender que la evolución es manifiesta por el parecido en andar del Australopithecus y el hombre actual.

Una de las ventajas actuales es que la ciencia ha avanzado notablemente en disciplinas como la genética. Darwin no podía siquiera imaginar el aparato científico que iba a permitir replantear científicamente sus teorías.

Hoy en día, «los expertos fósiles y los biólogos moleculares están entrando en conflicto». Los biólogos moleculares se encuentran en disposición de argumentar que los seres humanos somos descendientes de una mujer aparecida en África hace 200 mil años. Todos los fósiles que salgan de estos parámetros no pueden incluirse en la especie humana.

Este simple dato incontestable desbarata la mayoría de propuestas teóricas de los paleontólogos. El libro presente se deja leer bien y casi constituye una novela de intriga científica, que permite mantener la atención del lector.

El libro

Juicio a Darwin
Phillip E. Johnson
Traducción de Luis Bou García
Homolegens,
Madrid, 2007
246 págs

7 de Mayo, Festividad de San Estanislao, Obispo y Mártir




Breve
Nacido en Szczepanowski (Polonia) hacia el año 1030 hizo sus estudios en París. Ordenado presbítero, sucedió a Lamberto, obispo de Cracovia, el año 1071. Fue un buen pastor al frente de su Iglesia, ayudó a los pobres y visitó a sus clérigos todos los años. El año 1079, fue asesinado por el rey Boleslao, a quien había increpado por su mala conducta.



Nació cerca de Cracovia, Polonia, en el año 1030. Sus padres llevaban treinta años de casados sin lograr tener hijos y consideraron el nacimiento de Estanislao como un verdadero regalo de Dios. Lo educaron lo más piadosamente que pudieron.

Estudió en Polonia y en París, y una vez ordenado sacerdote por el obispo de Cracovia (que es la segunda ciudad de Polonia), le nombraron párroco de la catedral. Se distinguió por su gran elocuencia, por el impresionante ejemplo de vida santa que brindaba a todos con su buen comportamiento, y por la reforma de costumbres que lograba conseguir con sus predicaciones y con su dirección espiritual.

El señor obispo deseaba que Estanislao fuera su sucesor, pero él no aceptaba ser obispo porque se creía indigno de tan alta dignidad. Sin embargo, al morir el prelado, el pueblo lo aclamó como el más digno para asumir su puesto. Ejerció el obispado por siete años, desde el año 1072, hasta el año de su muerte, 1079.

Era muy estricto en exigir a cada sacerdote el cumplimento exacto de sus deberes sacerdotales. Visitaba cada año a todas las parroquias y dedicaba mucho tiempo a la predicación y a la instrucción del pueblo. Su palacio episcopal vivía lleno de pobres, porque jamás negaba ayudas a los necesitados. Tenía una lista de las familias que estaban pasando por situaciones económicas más penosas, para enviarles sus generosas ayudas.

El rey de Polonia, Boleslao, era un valiente guerrero pero se dejaba dominar por sus bajas pasiones. Al principio se entendía muy bien con el obispo Estanislao, pero luego empezó a cometer faltas muy graves que escandalizaban y daban muy mal ejemplo al pueblo. El obispo tuvo que intervenir fuertemente en esta situación. San Estanislao recordaba muy bien aquel mandato de San Pablo: “Es necesario reprender, aconsejar y hasta amenazar, con toda paciencia y doctrina, porque llega el tiempo en que los hombres arrastrados por sus propias pasiones ya no quieren oír las doctrinas verdaderas, sino las falsedades” (2 Tim 4,2).

Como San Juan Bautista con respecto a Herodes, el valiente Obispo de Cracovia, levantó la voz, amonestando al poderoso soberano sobre el deber de respetar los derechos ajenos. En efecto, las crónicas del tiempo narran que el rey se enamoró de la bella Cristina, esposa de Miecislao, y sin pensarlo dos veces, la hizo raptar con grave escándalo para todo el país. Consecuentemente, Estanislao le amenazó con la excomunión, y después le excomulgó. Entonces el rey Boleslao se enfureció y ordenó asesinar a Estanislao en Cracovia, en la iglesia de santa Matilde, durante la celebración de la Santa Misa. Cuentan que el horrible asesinato lo hubo de cometer el mismo soberano, después que los guardias a quienes envió, se vieron obligados a retirarse por una fuerza misteriosa. Desde el mismo día de su martirio, los polacos comenzaron a venerarlo. San Estanislao fue canonizado el 17 de agosto de 1253, en la basílica de San Francisco de Asís, y desde entonces se difundió su culto en toda Europa y América.

6 de mayo de 2008

Evolucionismo (2) y (3)

Vaya aquí una segunda entrega de éste tópico . Son dos libros del Dr. Raúl Leguizamón.
No son largos y están escritos para ser entendidos.
Altamente recomendada su lectura.
Si alguien quiere tomar contacto con el autor, ya que él invita expresamente al diálogo sobre este tema, deje un comentario y el editor de este blog lo contactará.



En torno al origen de la vida

por el Dr. Raúl Leguizamón

Numerosos científicos de las distintas áreas del conocimiento - al igual que la gran mayoría de los divulgadores sobre el tema - son prácticamente unánimes en sostener que la vida se habría originado a partir de la materia inanimada, por la sola acción de las leyes naturales y al margen de cualquier factor extramaterial.
Frecuentemente - sobre todo en las obras de divulgación, libros de texto y programas televisivos - el tema es tratado en forma tal, que el lector no especializado sólo puede concluir que el origen de la vida a partir de la materia inanimada constituye no ya una teoría científica, sino un hecho demostrado, con pruebas abrumadoramente concluyentes a su favor.
Salvo pequeñas dudas referidas a detalles de orden circunstancial, todo parece estar satisfactoriamente explicado: los átomos se unen espontáneamente para formar moléculas simples, que luego - en el seno del mar primitivo - forman moléculas más complejas, las cuales finalmente se unen entre sí, dando origen a la vida.
Así de simple, así de claro, así de contundente.
Aun cuando a nivel de las publicaciones especializadas hay científicos que expresan dudas y reservas sobre el tema, estas opiniones no llegan prácticamente nunca al lector corriente, el cual es ilustrado, con singular insistencia - en el esquema arriba descripto.
Con raras excepciones éste es, sin duda, el consenso de opiniones del "establishment" científico y la actitud prudentes es, también sin duda, aceptar lo que los expertos dicen.
Esta es la actitud prudente.
Pero la actitud científica es justamente no aceptar lo que los científicos dicen. No, al menos, sin previo análisis crítico, puesto que la ciencia no debe basarse en la autoridad de nadie -¡ni siquiera en la de los científicos!- sino en el análisis racional de la evidencia...

Acceso al libro



Fósiles polémicos

por el Dr. Raúl Leguizamón

El tema del origen del hombre, por la complejidad de los problemas que plantea requiere para su adecuado tratamiento el concurso de numerosas disciplinas: antropología física y cultural, arqueología, geología, biología, lingüística, filosofía, teología, etc.
El enfoque de esta obrita está referido casi exclusivamente al campo de la Antropología Física o Paleoantropología, o sea la ciencia que tiene por objeto el estudios del hombre, a través de sus restos fósiles.
Y en este terreno sólo pretendo plantear el problema a la vez que realizar un sucinto análisis crítico de los principales hallazgos fósiles, que sirva como una introducción al tema para el hombre de la calle y merced a las referencias bibliográficas, para que el lector interesado en profundizar estas cuestiones puede hacerlo en obras mejores y más completas.
Las citas bibliográficas de las publicaciones en inglés, las he traducido por mi cuenta - diccionario mediante - y aunque sin duda dejarán bastantes que desear en cuanto a la elegancia de construcción y armonía de sintaxis, tenga la seguridad el lector que reflejan fielmente el sentido del texto original.
De todas maneras, al final del trabajo he detallado todas las referencias utilizadas para que el lector interesado controle personalmente estas citas y corrija los errores - nunca sustanciales estoy seguro - que involuntariamente se hubieran podido deslizar.
En los temas particularmente polémicos he tratado de hacer abundantes citas de las mejores autoridades en la materia para suplir, con el prestigio del autor citado, una autoridad que naturalmente no poseo...

Acceso al libro

Evolucionismo (1)

Hoy por hoy, no existe prácticamente ningún libro de Biología que no esté estructurado alrededor de la teoría evolucionista, que siglo y medio después de enunciada, no sólo no ha sido probada, sino que al contrario ha sido desmentida categóricamente por los descubrimientos científicos, en particular por la Biología Molecular.
Sin embargo todas las Universidades del mundo occidental, (ignoro que pasa en las musulmanas y chinas) , enseñan a sus alumnos de Medicina que sólo somos materia felizmente evolucionada al azar, negando la posibilidad de una intervención creadora, y por ende de un Creador.
Así, la gran mayoría de los médicos, formados en este materialismo que niega el alma, luego no tienen ningún problema moral en incluir en su arsenal terapéutico aborto, píldoras anticonceptivas, DIU, esterilizaciones y por último eutanasia.
Desposeído el hombre de su condición de creatura hecha a imágen y semejanza del Creador, puede ser tratado en paridad con los animales, y ¿quién le negaría a su mascota aliviarle sufrimientos terminales e irreversibles?
Trataré de desmitificar dicha teoría con la inclusión de artículos de divulgación sobre conocimiento científico, que rara vez si alguna, llega a la prensa.
Va allá el primero : Afrontando el reto de Darwin

Jus primae noctis


Por Vittorio Messori

«Jus primae noctis: delante de ciertas interpretaciones aberrantes basadas en juegos de palabras, de las que este presunto "derecho" es un ejemplo clamoroso, cabe preguntarse si la Edad Media no habrá sido víctima de un complot de los historiadores.»

Así escribe Régine Pernoud* en un pequeño diccionario sobre tópicos (casi siempre falsos) referidos a la Edad Media.

En realidad, es indudable que ha habido un «complot», al menos en el sentido de presentar bajo la luz menos halagüeña posible un período abominado por los iluministas, que lo veían marcado por las «tinieblas de la superstición religiosa» y no por la Razón; y por los protestantes, que percibían en esa época el triunfo de una Iglesia católica a la que identificaban con el Anticristo mismo.

Vamos a detenernos esta vez en uno de los aspectos más peculiares de aquella difamación. ¿En qué consistió realmente el jus primae noctis, aquel «derecho de pernada» que todavía hoy muchísima gente está convencida de que se practicaba en la Europa «cristiana»? Con ayuda tal vez de los manuales mal leídos en clase, se cree que consistía en el privilegio del feudatario de «iniciar» la misma noche de la boda a las jóvenes que contraían matrimonio en los territorios en los que señoreaba. Se supone que los pobres villanos, los míseros siervos de la gleba, habrían tenido que aguantar la suprema humillación de acompañar a su joven esposa al castillo para que probara hasta la mañana siguiente la cama del lúbrico patrón. No faltan novelas populares -pero también, hélas, textos de los denominados «históricos»- en las que se hace creer que pretendían hacer uso de ese derecho hasta los obispos propietarios de tierras. En cualquier caso, si la «consumación» del matrimonio ajeno la perpetraba un feudatario laico, la Iglesia, que tenía el poder de impedir el suplicio, o no se habría opuesto o lo habría tolerado, haciéndose cómplice del mismo.

Todo esto es completamente falso, al menos en lo que concierne a la christianitas de la Europa occidental y católica. Subrayamos «occidental» porque en la oriental, de tradición greco-eslava (aunque, todo sea dicho, con la manifiesta oposición de la Iglesia ortodoxa), parece ser que hasta el siglo XVII los grandes latifundistas pretendieron realmente conseguir semejante «derecho» de sus siervos. Éste también estaría aceptado en las castas sacerdotales de algunas religiones no cristianas. Entre otros, estaba vigente en algunas tribus africanas y, especialmente, en la América precolombina. Ese jus sexual se practicaba entre el clero budista de zonas asiáticas como Birmania. No hay ninguna huella en lo que respecta a la Europa católica.

Pero, entonces, ¿cómo ha podido surgir una leyenda todavía hoy tan firmemente aceptada?

Para entenderlo hemos de recordar qué era lo que se denomina «siervo de la gleba». Esta expresión suele pronunciarse con horror, como si se tratase de una continuación de la antigua esclavitud. Pero no es así en modo alguno: los «siervos de la gleba» eran campesinos que obtenían en concesión de un señor, el feudatario, un lote de tierra suficiente para man­tenerse a sí mismos y a sus familias. El uso del suelo venía compensado por el campesino mediante una cuota sobre la cosecha, en ocasiones con un pago en moneda y con prestaciones varias sobre las otras tierras del señor (las famosas corvées, que -a pesar de la difamación que de ella hará la propaganda revolucionaria- solían revestir un carácter social, en beneficio de todos, como la construcción y mantenimiento de puentes y caminos y el saneamiento de terrenos pantanosos).

Como sigue diciendo Pernoud: «El término "siervo" se ha comprendido mal, ya que se ha confundido la servidumbre del Medievo con la esclavitud que fue la base de las sociedades antiguas, y de la que no se halla ningún rastro en la sociedad medieval. La condición del siervo era completamente diferente a la del antiguo esclavo: el esclavo es un objeto, no una persona; está bajo la potestad absoluta del patrón, que posee sobre él derecho de vida y muerte; le está vedado el ejercicio de cualquier actividad personal; no tiene familia ni esposa ni bienes.»

La investigadora francesa continúa: «El siervo medieval es una persona, no un objeto: posee familia, una casa, campos y, cuando le ha pagado lo que le debe, no tiene más obligaciones hacia el señor. No está sometido a un amo, está unido a una tierra, lo cual no es una servidumbre personal sino una servidumbre real. La única restricción a su libertad reside en que no puede abandonar la tierra que cultiva. Pero, hay que señalar, esta limitación no está exenta de ventajas ya que si no puede dejar el predio tampoco se le puede despojar de éste. El campesino de la Europa occidental de hoy día debe su prosperidad al hecho de que sus antepasados eran "siervos de la gleba". Ninguna institución ha contribuido tanto a la suerte, por ejemplo, de los agricultores franceses. El campesino francés, asentado durante siglos en la misma superficie, sin responsabilidades civiles, sin esas obligaciones militares que el campo tuvo ocasión de conocer por vez primera con los reclutamientos masivos impuestos por la Revolución, se convirtió así en el verdadero dueño de la tierra. Sólo la servidumbre medieval podía crear un vínculo tan íntimo entre el hombre y el suelo. Si la situación del campesino de la Europa oriental ha permanecido tan mi­serable se debe a que no conoció el vínculo protector de la servidumbre. Así, el pequeño propietario, abandonado a sus recursos y a cargo de una tierra que no podía defender, padeció las peores vejaciones que permitieron la formación de inmensos latifundios.»

Son detalles que, por otro lado, deberían inducir a una mayor prudencia a quienes, partiendo de prejuicios ideológicos o de la sugestión de las palabras (servus glebae, feudo, feudatario...), no captan el lado positivo de instituciones tan poco abominadas por los interesados, al punto que sólo se produjeron revueltas entre los siervos de la gleba cuando, por instigación monárquica, se impuso su liberación...

A este arraigo, socialmente benéfico, a la propiedad se debe el nacimiento del presunto jus primae noctis. Al principio de la era feudal, el campesino tenía prohibido contraer matrimonio fuera del feudo porque ello causaba un deterioro demográfico en áreas y zonas cuyo mayor problema era la falta de población. Pernoud refiere: «Pero la Iglesia no cesó de protestar contra esa violación de los derechos familiares que, en efecto, desde el siglo x en adelante fue atenuándose. Se estableció en sustitución del mismo la costumbre de reclamar una indemnización monetaria al siervo que abandonase el feudo para contraer matrimonio en otro. Así nació el jus primae noctis del que se han dicho tantas tonterías: sólo se trataba del derecho a autorizar el matrimonio de los campesinos fuera del feudo. Dado que en la Edad Media todo se traducía en una ceremonia, este derecho dio lugar a gestos simbólicos, por ejemplo poner una mano o una pierna en el lecho conyugal, utilizando unos términos jurídicos específicos que han provocado maliciosas o vengativas interpretaciones, completamente erróneas.»

Nada que ver, pues, con un presunto «derecho» a desvirgar a la aldeanita. Y nada que ver, con mayor razón, con la completa licencia sexual de la que disponía en la antigüedad pagana el amo sobre sus esclavos, considerados como puros y simples objetos de trabajo o placer.

Por lo que, según la humorada, verídica, de un historiador: «La servidumbre de la gleba medieval provocó vivas protestas: las de los propios siervos cuando se los quiso "liberar", exponiéndolos de ese modo a la pérdida de seguridad proporcionada por un terreno a cultivar en su beneficio y en el de sus descendientes; puestos a merced, ya sin la defensa de los guerreros del señor, de las incursiones de los salteadores; haciéndolos caer en poder de los ricos latifundistas y de los usureros; exponiéndolos al servicio militar y a los agentes fiscales de la autoridad estatal.»

*Regine Pernoud es una de las más reconocidas medievalistas del siglo XX. (NdE)

5 de mayo de 2008

Galileo Galilei (3)


Por Vittorio Messori

Alguien ha señalado una paradoja: en varias ocasiones la Iglesia ha sido juzgada por su retraso, por no estar al día. Pero el curso posterior de la historia ha demostrado que si parecía anacrónica es porque había tenido razón demasiado pronto.

Ocurrió, por ejemplo, con la desconfianza hacia el mito entusiasta de la «modernidad» y del consecuente «progreso», durante todo el siglo XIX y gran parte del XX. Ahora un historiador de la talla de Émile Poulat puede decir: «Pío IX y los demás papas "reaccionarios" se quedaban atrás respecto a su época, pero se han convertido en profetas de la nuestra. Puede ser que no tuviera razón en cuanto a su hoy y su mañana: pero habían visto bien para su pasado mañana, que es esta época nuestra posmoderna, que descubre la otra cara, la oscura, de la modernidad y el progreso.»

Ocurrió, para dar otro ejemplo, con Pío XI y Pío XII, cuyas condenas del comunismo ateo eran juzgadas con desprecio, hasta ayer, como «conservadoras», como «superadas», mientras que ahora los mismos comunistas arrepentidos comparten sus críticas (cuando son suficientemente honestos para reconocerlo) y revelan que esos papas «atrasados» tenían una vista tan aguda como nadie la había tenido nunca. Está ocurriendo, es otro ejemplo, con Pablo VI, cuyo documento que parece y parecerá cada vez más profético, también fue considerado el más «reaccionario»: la Humanae vitae.

Hoy estamos en condición de comprender que esta paradoja se ha generado gracias también al «caso Galileo», del que hemos hablado detenidamente en los dos apartados anteriores.

Ciertamente fue un error mezclar la Biblia con la ciencia experimental que entonces estaba naciendo. Pero es demasiado fácil juzgar con conocimientos posteriores: ya hemos visto que los protestantes fueron aquí bastante menos lúcidos; mejor, bastante más intolerantes que los católicos. Seguro que en tierra luterana o calvinista Galileo no habría acabado su vida en la villa, y huésped de jerarcas eclesiásticos, sino en el patíbulo.

Desde la antigüedad clásica hasta esta época, la filosofía abarcaba todos los conocimientos humanos, incluidas las ciencias naturales: hoy en día es fácil distinguir, pero entonces la distinción empezaba a abrirse camino entre daños y errores.

Por otra parte, Galileo ya levantaba sospechas por haberse equivocado alguna vez (en el caso de los cometas, por ejemplo), y precisamente en el plano predilecto de lo experimental; no tenía pruebas a favor de Copérnico, y la única que aportaba era totalmente errónea. Un santo y sabio de la envergadura de Roberto Bellarmino -y junto con él, otra figura de gran talla, el cardenal Baronio-, se declaraba dispuesto a atribuir a la Escritura (cuya letra parecía más en sintonía con el sistema tolemaico) un sentido metafórico, por lo menos en las expresiones que las nuevas hipótesis astronómicas pondrían en entredicho; pero sólo cuando los copernicanos fuesen capaces de aportar pruebas científicas irrefutables. Y estas pruebas no llegaron hasta un siglo más tarde.

Un estudioso como Georges Bené piensa incluso que la decisión del Santo Oficio de retirar el libro de Galileo no sólo era legítima, sino también consecuente en el plano científico: «Como el rechazo de un artículo inexacto y sin pruebas por parte de la dirección de una moderna revista científica.» Por otra parte, el mismo Galileo mostró que, a pesar de algunas intuiciones correctas, él tampoco tenía muy clara la relación entre ciencia y fe. No es suya, sino del cardenal Baronio (como confirmación de la abertura de los ambientes eclesiásticos) la célebre fórmula: «El propósito del Espíritu Santo, al inspirar la Biblia, era enseñarnos cómo se va al Cielo, y no cómo va el cielo.»

Pero entre las cosas que habitualmente son silenciadas está su contradicción, su propio caer en el «concordismo bíblico»: frente al célebre versículo de Josué que detiene el Sol, no tenía absolutamente en cuenta un lenguaje metafórico; se quedaba en la lectura literal, afirmando que Copérnico podía explicar esta «parada» mejor que Tolomeo. Poniéndose en el mismo plano que sus jueces, Galileo confirma lo incierta que era la distinción entre el nivel teológico, filosófico, y el de la ciencia experimental.

Pero quizás es en otra parte donde la Iglesia se mostró atrasada, porque estaba tan adelantada a su tiempo que sólo ahora empezamos a intuirlo. En efecto -más allá de los errores en los que pueden haber caído los diez jueces, todos prestigiosos teólogos y hombres de ciencia, en el convento dominico de Santa Maria sopra Minerva, y quizás más allá de lo que ellos mismos advertían- juzgando una presunción (o arrogancia) de Galileo, establecieron de una vez por todas que la ciencia no era y no podía ser nunca una nueva religión; que no se trabajaba para el bien del hombre ni para la Verdad, creando nuevos dogmas basados en la «Razón» en lugar de los que se basan en la Revelación. «La condena temporal (donec corrigatur, hasta que sea corregida, decía la fórmula) de la doctrina heliocéntrica, que era presentada por sus defensores como verdad absoluta, salvaguardaba el principio fundamental según el cual las teorías científicas expresan verdades hipotéticas, ciertas ex suppositione, por hipótesis, y no en modo absoluto.» Así escribe un historiador de nuestros días.

Después de tres siglos de aquella infatuación científica, de aquel terrorismo racionalista que bien conocemos, Karl Popper nos recordó que los inquisidores y Galileo, a pesar de las apariencias, estaban en el mismo plano. Ambos aceptaban por fe unos supuestos fundamentales como base para construir sus sistemas. Los inquisidores aceptaban como verdades indiscutibles (incluso para las ciencias naturales) la Biblia y la Tradición, en su sentido más literal. Pero también Galileo -y, después de él, toda la serie infinita de cientificistas, racionalistas, ilustrados y positivistas- aceptaba sin discusiones, como nueva Revelación, la autoridad de la razón humana y de la experiencia de nuestros sentidos.

Pero ¿quién ha dicho (y la pregunta es de un laico agnóstico, como era Karl Popper) -si no otra especie de fideísmo- que razón y experiencia, mente y sentidos, nos comunican la «verdad»? ¿Cómo probar que no se trata de ilusiones, igual que muchos consideran ilusiones las convicciones en las que se basa la fe religiosa? Sólo ahora, después de tanta veneración y respeto, empezamos a ser conscientes de que las llamadas «verdades científicas» no son en absoluto verdades indiscutibles a priori, sino siempre y solamente hipótesis transitorias, siquiera bien fundadas (y la historia, en efecto, nos enseña cómo razón y experiencia no han preservado a los científicos de caer en infinitas y clamorosas equivocaciones, a pesar de la aclamada «objetividad e infalibilidad de la Ciencia»).

Éstas no son divagaciones apologéticas, sino datos bien documentados: mientras Copérnico y todos los copernicanos (numerosos, lo hemos visto, incluso entre los cardenales, y tal vez entre los mismos papas) se quedaron en el plano de las hipótesis, nadie dijo nada; el Santo Oficio no se entrometió para poner fin a una discusión libre acerca de datos experimentales que iban apareciendo.

Se reaccionó duramente sólo cuando se quiso pasar de la hipótesis al dogma, cuando empezaron a surgir sospechas de que el nuevo método experimental se va convirtiendo en religión, en aquel «cientificismo» en el que, en efecto, degenerará. «En el fondo, la Iglesia no pedía más que una cosa: tiempo, tiempo para madurar y reflexionar, cuando a través de sus teólogos más sabios, tales como el santo cardenal Bellarmino, le exigía a Galileo que defendiera la doctrina copernicana sólo como hipótesis, ycuando, en 1616, ponía en el Índice el De revolutionibus de Copérnico donec corrigatur, es decir hasta que se les diera forma hipotética a los pasajes que afirmaban el movimiento de la Tierra de manera absoluta. Esto aconsejaba Bellarmino: recoged el material para vuestra ciencia experimental, sin preocuparos, vosotros, de si y cómo puede organizarse en el corpus aristotélico. ¡Sed hombres de ciencia, no queráis hacer de teólogos!» (Agostino Gemelli).

Galileo no fue condenado por lo que decía, sino por cómo lo decía. O sea, con intolerancia fideísta, propia de un misionero del nuevo Verbo que superaba a sus antagonistas, considerados «intolerantes» por definición. La estima por el científico y el afecto por el hombre no impiden destacar los dos aspectos de su personalidad que el cardenal Paul Poupard definió como «arrogancia y vanidad, a menudo muy vivas». En posición contraria a su teoría, el pisano tenía a los astrónomos jesuitas del Colegio Romano, de los que tanto había aprendido, de los que tantos honores había recibido y a los que la investigación reciente ha mostrado en todo su valor de grandes y modernos hombres de ciencia, también «experimentales».

Como carecía de pruebas objetivas, fue sólo apoyándose en un nuevo dogmatismo, en una nueva religión de la Ciencia, como pudo lanzar contra estos colegas expresiones como las que se encuentran en sus cartas privadas: quien no aceptaba de inmediato y por entero el sistema copernicano era (textualmente) «un imbécil con la cabeza llena de pájaros», alguien «apenas digno de ser llamado hombre», «una mancha en el honor del género humano», alguien «que se ha quedado en la niñez»; y otros insultos. En el fondo, la presunción de ser infalible parece estar más de su lado que en el de la autoridad eclesiástica.

No hay que olvidar, además, que, adelantándose en esto también a la tentación típica del intelectual moderno, fue esta «vanidad» suya, este afán de popularidad el que lo llevó a sacar a la luz delante de todo el mundo (entre otras cosas, con desprecio a la fe de los más humildes) debates que, precisamente por no estar esclarecidos, todavía tenían que desarrollarse ampliamente entre los sabios. De ahí también su rechazo al latín: «Galileo escribía en vulgar, expresamente para pasar por encima de los teólogos y demás hombres de ciencia y dirigirse al hombre de la calle. Pero no era correcto llevar a nivel popular cuestiones tan delicadas y todavía dudosas, o por lo menos resultaba una grave ligereza» (Rino Cammilleri).

Recientemente, el «heredero» de los inquisidores, el prefecto del Santo Oficio, cardenal Ratzinger, ha explicado que una periodista alemana -firma famosa de un periódico laicísimo, expresión de una cultura «progresista»- le pidió una entrevista sobre el nuevo examen del caso Galileo. Naturalmente, el cardenal esperaba escuchar las jeremiadas de siempre sobre el oscurantismo y el dogmatismo católicos. Pero fue al revés: aquella periodista quería saber por qué la Iglesia no había frenado a Galileo, no le había impedido proseguir con un trabajo que está en los orígenes del terrorismo científico, del autoritarismo de los nuevos inquisidores: los tecnólogos, los expertos... Ratzinger explicaba que no se había sorprendido demasiado: simplemente, aquella redactora era una persona informada, que había pasado del culto «moderno» a la Ciencia a la conciencia «posmoderna» de que científico no puede ser sinónimo de sacerdote de una nueva fe totalitaria.

Sobre la utilización propagandística que se ha hecho de Galileo, que lo ha convertido -de hombre con humanísimos límites, igual que todos- en titán del libre pensamiento, en profeta sin mancha y sin temor, ha escrito cosas interesantes la filósofa católica Sofia Vanni Rovighi, uno de los pocos nombres femeninos en esta disciplina. Vamos a ver:

«No es históricamente correcto ver a Galileo como un mártir de la verdad, que por la verdad lo sacrifica todo, sin contaminarse con ningún otro interés y sin utilizar ningún medio extrateórico para que la verdad triunfe, y ver en el otro lado a hombres que no tienen ningún interés en la verdad, que anhelan el poder y sólo utilizan el poder para triunfar sobre Galileo. En realidad, existen dos bandos: Galileo y sus adversarios, ambos seguros de la verdad de sus opiniones y con buena fe; pero el uno y el otro utilizan también medios extrateóricos para hacer triunfar la tesis que cada cual considera cierta. Sin olvidar que en 1616 la autoridad eclesiástica fue especialmente benévola con Galileo y ni siquiera lo nombró en el decreto de condena; y en 1633, aunque pareciera proceder con severidad, le concedió todo tipo de facilidades materiales. Según la legislación de aquella época, Galileo debería haber estado en la cárcel antes del procedimiento, durante y, si era condenado, después; sin embargo, no sólo no estuvo en la cárcel ni siquiera una hora, no sólo no sufrió malos tratos, sino que fue alojado y tratado con toda clase de atenciones.»

Pero continúa Vanni Rovighi, con especial sensibilidad femenina hacia las pobres hijas del gran hombre de ciencia: «No es justo, además, no medir todo por el mismo rasero: hablar, por lo tanto, de delito contra el espíritu refiriéndose a la condena de Galileo, y ni chistar cuando se habla de la entrada forzada en convento que Galileo impuso a sus dos jóvenes hijas, intentándolo todo para eludir las leyes eclesiásticas, que protegían la dignidad y la libertad personal de las jóvenes encaminadas a una vida religiosa, estableciendo un límite mínimo de edad para los votos. Se observará que la acción de Galileo debe ser juzgada teniendo en cuenta la época histórica, y también que Galileo quiso hacerse perdonar aquella violencia, siendo muy bondadoso sobre todo hacia Virginia, sor María Celeste; son consideraciones muy justas, pero pedimos que se aplique igual medida de comprensión histórica y psicológica a la hora de juzgar a los adversarios de Galileo.»

Prosigue la ensayista: «Habrá que tener en cuenta también esto: cuando se juzga severamente a la autoridad que condenó a Galileo, se hace desde un punto de vista moral (pues desde un punto de vista intelectual es evidente que hubo un error de parte de los jueces; pero el error no es delito, y no se olvide nunca que esto no concierne a la fe: tanto el juicio de 1616, como el de 1633, son decretos de una Congregación romana aprobados por el Papa in forma communi y como tales no pertenecen a la categoría de las afirmaciones infalibles de la Iglesia; se trata de decretos de hombres de Iglesia, no de dogmas de la Iglesia). Si lo miramos, pues, desde un punto de vista moral, no se debe confundir este valor con el éxito. Tanto vale el tormento del espíritu del gran Galileo como el tormento del espíritu trastornado de la pobre sor Arcángela, obligada por su padre a hacerse monja a los doce años. Y si seguimos diciendo que -¡por Dios!- Galileo es Galileo, mientras que sor Arcángela no es más que una oscura mujercita, para concluir afirmando, al menos implícitamente, que atormentar al uno es culpa mucho más grave que atormentar a la otra, nos estamos dejando encantar por el poder y el éxito. Pero desde este punto de vista ya no tiene sentido hablar de espíritu: ni para reprochar los delitos cometidos en su contra, ni para exaltar sus victorias.»

San Pío V

5 de mayo, Festividad de san Pío V

Pío significa: el piadoso que cumple bien sus deberes con Dios. Se llama Quinto, porque antes de él hubo otros cuatro Pontífices que llevaron el nombre de Pío.

Nació en un pueblo llamado Bosco, en Italia, en 1504. Sus padres eran muy piadosos pero muy pobres. Aunque era un niño muy inteligente, sin embargo hasta los 14 años tuvo que dedicarse a cuidad ovejas en el campo, porque los papás no tenían con qué costearle estudios. Pero la vida retirada en la soledad del campo le sirvió mucho para dedicarse a la piedad y a la meditación, y la gran pobreza de la familia le fue muy útil para adquirir gran fortaleza para soportar los sufrimientos de la vida. Más tarde será también Pastor de toda la Iglesia.

Una familia rica notó que su hijo Antonio se comportaba mejor desde que era amigo de nuestro santo, y entonces dispuso costearle los estudios para que acompañaran a Antonio y le ayudara a ser mejor. Y así pudo ir a estudiar con los Padres Dominicos y llegar a ser religiosos de esa comunidad. Nunca olvidará el futuro Pontífice este gran favor de tan generosa familia. En la comunidad le fueron dando cargos de muchos importancia: Maestro de novicios, Superior de varios conventos. Y muy pronto el Sumo Padre, el Papa, lo nombró obispo. Tenía especiales cualidades para gobernar.

Como el protestantismo estaba invadiendo todas las regiones y amenazaba con quitarle la verdadera fe a muchísimos católicos, el Papa nombró a nuestro santo como encargado de la asociación que en Italia defendía a la verdadera religión. Y él, viajando casi siempre a pie y con gran pobreza, fue visitando pueblos y ciudades, previniendo a los católicos contra los errores de los evangélicos y luteranos, y oponiéndose fuertemente a todos los que querían atacar nuestra religión. Muchas veces estuvo en peligro de ser asesinado, pero nunca se dejaba vencer por el temor. Con los de buena voluntad era sumamente bondadoso y generoso, pero para con los herejes demostraba su gran ciencia y sus dotes oratorias y los iba confundiendo y alejando, en los sitios a donde llegaba.

El Papa, para premiarles sus valiosos servicios y para tenerlo cerca de él como colaborador en Roma, lo nombró Cardenal y encargado de dirigir toda la lucha en la Iglesia Católica en defensa de la fe y contra los errores de los protestantes.

Al morir el Papa Pío IV, San Carlos Borromeo les dijo a los demás cardenales que el candidato más apropiados para ser elegido Papa era este santo cardenal. Y lo eligieron y tomó el nombre de Pío V. Antes se llamaba Antonio Chislieri.

Antes se acostumbraba que al posesionarse del cargo un nuevo Pontífice, se diera un gran banquete a los embajadores y a los jefes políticos y militares de Roma. Pío V ordenó que todo lo que se iba a gastar en ese banquete, se empleará en darles ayudas a los pobres y en llevar remedios para los enfermos más necesitados de los hospitales.

Cuando recién posesionado, iba en procesión por Roma, vio en una calle al antiguo amigo Antonio, aquel cuyos papás le habían costeado a él los estudios y lo llamó y lo nombró gobernador del Castillo Santángelo, que era el cuartel del Papa. La gente se admiró al saber que el nuevo Pontífice había sido un niño muy pobre y comentaban que había llegado al más alto cargo en la Iglesia, siendo de una de las familias más pobres del país.

Pío V parecía un verdadero monje en su modo de vivir, de rezar y de mortificarse. Comía muy poco. Pasaba muchas horas rezando. Tenía tres devociones preferidas La Eucaristía (celebraba la Misa con gran fervor y pasaba largos ratos de rodillas ante el Santo Sacramento) El Rosario, que recomendaba a todos los que podía. Y la Santísima Virgen por la cual sentía una gran devoción y mucha confianza y de quién obtuvo maravillosos favores.

Las gentes comentaban admiradas: - Este sí que era el Papa que la gente necesitaba". Lo primero que ordenó fue que todo obispo y que todo párroco debía vivir en el sitio para donde habían sido nombrados (Porque había la dañosa costumbre de que se iban a vivir a las ciudades y descuidaban la diócesis o la parroquia para la cual los habían nombrado). Prohibió la pornografía. Hizo perseguir y poner presos a los centenares de bandoleros que atracaban a la gente en los alrededores de Roma. Visitaba frecuentemente hospitales y casas de pobres para ayudar a los necesitados. Puso tal orden en Roma que los enemigos le decían que él quería convertir a Roma en un monasterio, pero los amigos proclamaban que en 300 años no había habido un Papa tan santo como él. Las gentes obedecían sus leyes porque le profesaban una gran veneración.

En las procesiones con el Santísimo Sacramento los fieles se admiraban al verlo llevar la custodia, con los ojos fijos en la Santa Hostia, y recorriendo a pie las calles de Roma con gran piedad y devoción. Parecía estar viendo a Nuestro Señor.

Publicó un Nuevo Misal y una nueva edición de La Liturgia de Las Horas, o sea los 150 Salmos que los sacerdotes deben rezar. Publicó también un Catecismo Universal. Dio gran importancia a la enseñanza de las doctrinas de Santo Tomás de Aquino en los seminarios, porque por no haber aprendido esas enseñanzas muchos sacerdotes se habían vuelto protestantes.

Aunque era flaco, calvo, de barba muy blanca y bastante pálido las gentes comentaban: "El Papa tiene energías para diez años y planes de reformas para mil años más".

Los mahometanos amenazaban con invadir a toda Europa y acabar con la Religión Católica. Venían desde Turquía destruyendo a sangre y fuego todas las poblaciones católicas que encontraban. Y anunciaron que convertirían la Basílica de San Pedro en pesebrera para sus caballos. Ningún rey se atrevía a salir a combatirlos.

Pío V con la energía y el valor que el caracterizaban, impulsó y buscó insistentemente la ayuda de los jefes más importantes de Europa. Por su cuenta organizó una gran armada con barcos dotados de lo mejor que en aquel tiempo se podía desear para una batalla. Obtuvo que la república de Venecia le enviara todos sus barcos de guerra y que el rey de España Felipe II le colaborar con todas sus naves de combate. Y así organizó una gran flota para ir a detener a los turcos que venían a tratar de destruir la religión de Cristo. Y con su bendición los envió a combatir en defensa de la religión.

Puso como condición para estar seguros de obtener de Dios la victoria, que todos los combatientes deberían ir bien confesados y habiendo comulgado. Hizo llegar una gran cantidad de frailes capuchinos, franciscanos y dominicos para confesar a los marineros y antes de zarpar, todos oyeron misa y comulgaron. Mientras ellos iban a combatir en las aguas del mar, el Papa y las gentes piadosas de Roma recorrían las calles, descalzos, rezando el rosario para pedir la victoria.

Los mahometanos los esperaban en el mar lejano con 60 barcos grandes de guerra, 220 barcos medianos, 750 cañones, 34,000 soldados especializados, 13,000 marineros y 43,000 esclavos que iban remando. El ejército del Papa estaba dirigido por don Juan de Austria (hermano del rey de España). Los católicos eran muy inferiores en número a los mahometanos. Los dos ejércitos se encontraron en el golfo de Lepanto, cerca de Grecia.

El Papa Pío V oraba por largos ratos con los brazos en cruz, pidiendo a Dios la victoria de los cristianos. Los jefes de la armada católica hicieron que todos sus soldados rezaran el rosario antes de empezar la batalla. Era el 7 de octubre de 1571 a mediodía. Todos combatían con admirable valor, pero el viento soplaba en dirección contraria a las naves católicas y por eso había que emplear muchas fuerzas remando. Y he aquí que de un momento a otro, misteriosamente el viento cambió de dirección y entonces los católicos, soltando los remos se lanzaron todos al ataque. Uno de esos soldados católicos era Miguel de Cervantes. El que escribió El Quijote.

Don Juan de Austria con los suyos atacó la nave capitana de los mahometanos donde estaba su supremo Almirante, Alí, le dieron muerte a éste e inmediatamente los demás empezaron a retroceder espantados. En pocas horas, quedaron prisioneros 10,000 mahometanos. De sus barcos fueron hundidos 111 y 117 quedaron en poder de los vencedores. 12,000 esclavos que estaban remando en poder de los turcos quedaron libres.

En aquel tiempo las noticias duraban mucho en llegar y Lepanto quedaba muy lejos de Roma. Pero Pío V que estaba tratando asuntos con unos cardenales, de pronto se asomó a la ventana, miró hacia el cielo, y les dijo emocionado: "Dediquémonos a darle gracias a Dios y a la Virgen Santísima, porque hemos conseguido la victoria". Varios días después llegó desde el lejano Golfo de Lepanto, la noticia del enorme triunfo. El Papa en acción de gracias mandó que cada año se celebre el 7 de octubre la fiesta de Nuestra Señora del Rosario y que en las letanías se colocara esta oración "María, Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros" (propagador del título de Auxiliadora fue este Pontífice nacido en un pueblecito llamado Bosco. Más tarde un sacerdote llamado San Juan Bosco, será el propagandista de la devoción a María Auxiliadora).

Es interesante el mensaje que el Pontífice envió felicitando a los ejércitos vencedores. Dice así: "No fueron las técnicas, no fueron las armas, las que nos consiguieron la victoria. Fue la intercesión de la Santísima Virgen María, Madre de Dios".

Pío V murió el 1 de mayo de 1572 a los 68 años de edad y fue declarado santo por el Papa Clemente XI en 1712.

En este tiempo de tanta proliferación de protestantismo por todas partes, que este valiente defensor de la Iglesia ruegue por nosotros.

4 de mayo de 2008

Galileo Galilei (4)

El Caso Galileo

No debe haber episodio más utilizado, junto con las Cruzadas, para denostar a la Iglesia Católica que el caso de Galileo Galilei. Veamos qué sucedió realmente, cómo fue el proceso, por qué se lo condenó y a qué se lo condenó. Pido disculpas porque tal vez este artículo resulte un poco largo, pero hay muchos detalles que no pueden pasarse por alto y me parece que el tema los justifica.

Escribe el Dr. Horacio Boló

Galileo nació en Italia en la ciudad de Pisa en 1564 y murió en Florencia en 1642. Su familia quería que fuera médico pero desde muy joven se inclinó por la filosofía natural y en este campo su gran mérito fue combinar la experimentación con el cálculo matemático. Un rasgo característico de su personalidad era su vehemencia en las discusiones y no contento con refutar a sus adversarios trataba de confundirlos e incluso los ridiculizaba despiadadamente. Al respecto Sir David Brewster dijo acertadamente que "La audacia, cuando no la imprudencia, con la que insistía en convencer a sus enemigos en general sólo lograba alejarlos de la verdad.” Este rasgo es necesario tenerlo en cuenta porque fue una de las causas por las que tuvo tantos problemas.

Vale la pena destacar que todo el mundo lo recuerda como astrónomo, pero no es esa el área de la ciencia en la que se destacó. Sus principales aportes al conocimiento científico fueron en la mecánica. En astronomía su gran aporte fue la invención del telescopio, pero en este campo cometió grandes errores, como por ejemplo, afirmar que los planetas Venus y Mercurio eran trasparentes y que la luz del sol pasaba a través de ellos. O pensar que los cometas eran sólo fenómenos meteorológicos.

Sus problemas empezaron cuando comenzó a defender las teorías de Copérnico por lo que resulta muy importante hacer un breve resumen de la vida y la obra de Copérnico. Nicolás Copérnico nació en 1473 en el seno de una familia de origen polaco profundamente católica que pertenecía a la Orden Tercera de San Domingo (Dominicos), es más, dos de sus hermanos fueron sacerdotes y su hermana entró en la Orden Cisterciense, llegando a ser Abadesa. Murió en 1543. En el año 1537 el Rey de Polonia lo propuso como obispo de una de las diócesis, lo que lleva a pensar que fue sacerdote, es decir, seis años después que se conocieron sus teorías astronómicas. En el año 1514 el Concilio de Letrán le pidió su opinión sobre la reforma del calendario eclesiástico… respondió que debía hacer otros estudios antes de responder y estos estudios fueron la base del Calendario Gregoriano. En el año 1531 comienza a conocerse su teoría en la que sostenía que la tierra giraba alrededor del sol y no el sol alrededor de la tierra. En el año 1533 sus investigaciones les fueron leídas al Papa Clemente VII y tres años después un Cardenal Arzobispo de Capua le dice que debe publicar sus trabajos. Es importante subrayar que ya en el título de su obra dice que su teoría es una hipótesis y se la dedica al Papa Pablo III. Esto nos demuestra claramente que no tuvo ningún problema con la Iglesia Católica, a la que pertenecía. Los primeros en oponerse a sus teorías fueron los teólogos luteranos. Hay que subrayar que la teoría de Copérnico va a ser demostrada científicamente muchos años después y que en la época de Galileo era una teoría, una hipótesis no probada científicamente y Galileo tampoco ofreció una verdadera prueba de esta teoría.

Es innegable que las pruebas que Galileo aducía para probar la idea copernicana del movimiento de la tierra alrededor del sol estaban muy lejos de ser concluyentes. Por ejemplo, una de las pruebas que presentó era el fenómeno de las mareas, ya que pensaba que se debían a la rotación de la tierra sobre su eje y hoy esto se reconoce como un grave error, porque se sabe que se deben a la influencia de la luna, idea que había sugerido Kepler, idea que Galileo trató con desprecio, calificando de imbéciles a los que pensaban de es manera.

Siempre se dice que la oposición de las autoridades de la Iglesia contra Galileo se debe a que ésta odiaba las ciencias y deseaba mantener a las inteligencias en la oscuridad. Lo que hemos resumido de la vida y obra de Copérnico muestran bien a las claras que esto no era así: él, que era católico y que no tuvo ningún problema con la Iglesia, fue el primero en decir que la tierra giraba alrededor del sol y sí fue condenado por Lutero.

Los opositores de Galileo estaban firmemente convencidos, al igual que Bacon y otros, que la teoría de Galileo era falsa y no científica, lo cual en cierta medida es cierto ya que no tenía pruebas suficientes que la avalaran. En 1615 es recibido en Roma por la Inquisición quien le dice que su teoría no es científica y que va en contra de las escrituras (recordemos que lo mismo pensaban Lutero y Calvino) y prohibieron las obras que sostenían las ideas de Copérnico, sin mencionar explícitamente el nombre Galileo. No se lo nombra al Papa en la sentencia. Es innegable que estas autoridades eclesiásticas cometieron en esto un craso error. Pero hay que señalar que no se objetó que se la sostuviera como una hipótesis y se decía que por motivos prácticos podía ser utilizada por los astrónomos.Vale la pena destacar que las autoridades de la Iglesia no consideraban este juicio como irreversible y el Cardenal Bellarmino, una de las autoridades más influyentes en el Sacro Colegio, escribió a Foscarini, un carmelita que apoyaba las tesis de Galileo, este párrafo tremendamente significativo: "Afirmo que si se encuentra una prueba real de que el sol está fijo y que no se mueve alrededor de la tierra, sino que es la tierra la que gira alrededor del sol, entonces será necesario, muy cuidadosamente, proceder a explicar los pasajes de la Escritura que parecen contradecirlo y deberíamos decir que nosotros los hemos malinterpretado antes que decir que es falso lo que está demostrado.”

Galileo pudo continuar sus investigaciones sin ser molestado y sus trabajos podían ser leídos con permiso por los dedicados a la investigación.

Vuelve a Roma en 1624 donde él mismo dice que recibió "una noble y generosa recepción.” El Papa, en ese entonces Urbano III, era amigo de él al igual que el Cardenal Barberini que se había opuesto a su condena en 1616. Le conceden una pensión para que continuara sus estudios pero no se anuló su condena.

Publica una obra que es un diálogo entre dos partidarios de sus teorías y uno que defiende la vieja teoría de que la tierra no se mueve. Se trataba de una sátira y este último personaje es dejado en ridículo. Es entonces nuevamente citado por la Inquisición en 1633, ya que había violado su promesa de no escribir más sobre el tema hasta que aportara pruebas concluyentes. Se lo condena a prisión y a recitar los siete salmos penintenciales una vez por semana durante tres años. No vayamos a pensar que fue encarcelado en oscura celda. En manos de la Inquisición estuvo sólo 22 días y no en una celda con barrotes, sino en un cómodo apartamento del Santo Oficio. Luego se le permitió usar las casas de sus amigos para cumplir su condena, por ejemplo el palacio del Arzobispo de Siena que lo apreciaba mucho. Nunca fue torturado ni se lo dejó ciego: perdió la vista 4 años después del proceso. Murió en el 1642 a los 78 años. Tampoco se le negó sepultura en un lugar sagrado: fue sepultado dentro de la Iglesia de la Santa Croce en Florencia. El Papa Urbano VIII, aunque no permitió que se levantara un monumento sobre su tumba, le mandó una bendición especial y tuvo además indulgencia plenaria.

Un hecho llamativo es que se autorizó a varios contemporáneos de Galileo, después de la condena de 1616, a declarar que el Papa no había condenado explícitamente las teorías de Copérnico que defendía Galileo. No es la Iglesia como institución la que condena a Galileo sino la Inquisición y en esta condena, que por supuesto fue un gran error, mucho tuvo que ver su personalidad soberbia y despreciativa que aprovecharon muchos de sus enemigos para obtener su condena.

Por otro lado todo hecho histórico debe ser juzgado en el contexto de la época. Nunca leí, ni ví, ni oí en ningún medio de comunicación y tampoco nadie me contó que Lutero excomulgó a Copérnico y a Kepler o que Calvino mandó a quemar en la hoguera a Servet pionero en el conocimiento y en la investigación de circulación sanguínea, condenas mucho más graves que la que tuvo Galileo, condena que afectara muy poco su vida personal y nada a la ciencia. A mi no se me ocurre que los luteranos y los calvinistas tengan que pedir perdón por estos hechos.

Es totalmente falso que al levantarse al terminar de escuchar la sentencia haya dicho la famosa frase "Epur si muove:”(sin embargo se mueve, refiriéndose a la tierra)… la frase fue inventada en Londres por un periodista, Giuseppe Baretti, en 1757.

Kepler, contemporáneo de Galileo, fue muy perseguido por el protestantismo y debió refugiarse en Praga y allí le llegó una invitación para enseñar en la Universidad de Boloña que se encontraba en territorio pontificio.

Mientras cumplía su "condena”, que como hemos visto era bastante light, escribió obras importantes desde el punto de vista científico.